viernes, 4 de septiembre de 2015

Los doce sentidos (Parte I)






"El ser humano es el órgano a través del cual
la naturaleza revela sus secretos"

Rudolf Steiner





Si nos preguntáramos con cuántos sentidos contamos los seres humanos, la respuesta inmediata que se nos ocurriría sería cinco. Esto si bien es cierto, desde la visión antroposófica del Hombre existen otros 7 sentidos mas. El Hombre visto como un ser terrenal y receptor de estímulos del mundo que lo rodea, sus 5 sentidos (el olfato, la vista, el oído, el gusto y el tacto) sin lugar a dudas son primordiales para su desarrollo. Pero si ubicáramos al crecimiento del Hombre dentro de un contexto no sólo terrenal sino también espiritual, el abanico de los sentidos a desarrollar se expande aún mas. Estos 12 sentidos, de acuerdo a la antroposofía, se van desarrollando a lo largo de la biografía del Hombre y se los puede dividir en 3 grupos que a su vez se corresponden a un determinado septenio.

En el primer septenio, se ven manifestado los llamados sentidos inferiores: el sentido vital, del tacto, el movimiento propio y equilibrio. Estos dan cuenta de la energía expansiva y exploratoria del niño hacia el mundo que lo rodea en un proceso de conocimiento no sólo del mundo externo a través de su cuerpo, sino que también de esta manera se va conociendo a sí mismo. Estos sentidos le indican su estado, sus límites, y lo lleva a realizar diversas acciones. Es una etapa en donde sus vivencias son inmediatas.

En el segundo septenio, en el grupo de los sentidos medios se le atribuye el gusto, la vista, el olfato y el calórico. Aquí, lo que se manifiesta es la incursión del mundo externo. Órganos visibles conforman receptores que nos introduce el mundo que nos rodea y este se conjuga con el mundo interno del niño. Vivencias propias de esta etapa son las de simpatía y antipatía. Los sentimientos de los niños son más visibles.

En el tercer septenio, en cambio, el sentido auditivo, el del pensamiento ajeno, el de la palabra ajena y el del yo ajeno conforman un grupo de sentidos que dan cuenta del mundo exterior y sirven de mediadores entre el mundo interno y el externo. La percepción de otro mundo (otro YO), el desarrollo de la comunicación y comprensión de conceptos abstractos hacen de esta etapa, una mas intelectual; llamándose sentidos del intelecto o superiores. 

La naturaleza y la imagen del adulto son la base para el desarrollo de los cuatro primeros sentidos. Es menester preguntarse qué y cómo le proveemos a los niños los materiales y espacios adecuados en esta etapa de pura absorción y aprendizaje. Es por eso que en la naturaleza encontramos un gran medio para el estímulo.



¿Cómo estarán vivenciando las distintas texturas?


El sentido del tacto nos da sensación de unidad, nos marca el límite. Cuando el niños recibe calor y cobijo, despierta en la sensación de que "el mundo es bueno". Esto lo hará tener mayor disposición para el contacto con el otro y a su vez un buen desarrollo interior espiritual. Se estimula a través de nuestra piel, con todo el cuerpo, es por eso que todas las texturas que nos ofrece la naturaleza (cortezas, piedras, lanas, sedas, entre otras) juegan un rol importante en el descubrimiento diario del niño. No sólo por las diversas texturas que pueda palpar y experimentar sino que diferentes materiales ofrecen diversas resistencias. Esto también es un factor que marca los límites entre el YO y el mundo que lo rodea.

El sentido vital. Este nos informa acerca de nuestro estado. Si estamos bien, mal, cansados, con mucha energía, si hemos comido mucho, si algo está bien o mal, etc. Un desarrollo de este sentido es donde se encuentren ritmos a respetar, tareas a perseverar y un contexto de confianza y amor. Así darán lugar a una sólida vida anímica y volitiva en el niño.

El sentido del movimiento es lo que nos hace percibir no sólo nuestros propios movimientos, sino también nos posibilita captar movimientos que ocurren fuera de uno mismo. Un gran espacio con diversos matices que puede ofrecer la naturaleza, es el lugar ideal para que el niño se sienta libre. Son esenciales las actividades como caminatas, jardinería, telar, carpintería, entre otras. Esta libertad, expansión en el movimiento y la diversidad, alimentan el alma del niño de felicidad, autonomía y libertad.

Y por último y no por eso menos importante, el sentido del equilibrio no sólo es lo que permite al niño mantenerse erguido y ser capaz de utilizar sus brazos y sus pies de manera libre sino que también lo ayuda a buscar estabilidad física que luego se transluce en una estabilidad anímica. La naturaleza si bien pueda parecer irregular a simple vista, conlleva un equilibrio en su totalidad. Los niños en el jardín juegan haciendo equilibrio sobre troncos, como también con bloques de madera que son irregulares. Esta búsqueda del equilibrio se vivencia como un desafío, pero es la semilla que en años posteriores lo ayudarán a encontrar su equilibrio tanto en un plano exterior como interior.

El rol del adulto es la de una guía y facilitador para el desarrollo de estos 4 sentidos. Estos a su vez están interrelacionadas unas con otras. Tacto, autopercepción, movimiento y equilibrio forman una totalidad y esa totalidad a su vez posteriormente se relacionará con los otros grupos de sentidos en los posteriores septenios.